Sábado. Última jornada. Llego con el cuerpo en reserva, pero con esa vibración en la piel que solo da el saber que es la última. Que no hay nada que guardar.
Sónar de Día me recibe con suavidad y pulso firme. Maria Latina abre en SonarVillage con una sesión envolvente, más balsámica que festiva. Una bienvenida inteligente, como decirme: “No corras, que hoy va para largo”. Poco después, Amanda Mur me lleva a lo íntimo, a lo introspectivo, en SonarHall. Cierro los ojos y casi olvido que estoy en un festival.
Pero la emoción de verdad llega con Yerai Cortés. Su Guitarra Coral no es una performance: es un ritual. Una especie de oración electrónica flamenca que me obliga a dejar el móvil y mirar. No a él, sino al espacio que crea con cada acorde. En el otro extremo, a la misma hora, Samantha Hudson explota en el escenario como si fuera su última noche en la Tierra. Provocadora, popera, política y absurda a la vez. Y tan necesaria. Dos mundos opuestos ocurriendo a la vez. Imposible elegir. O mejor dicho: elijo mal a propósito, y eso también es Sónar.
Cuando empieza Actress & Suzanne Ciani en Complex+D, ya todo suena a cierre elevado. Denso, abstracto, precioso. Ella modulando texturas, él llevando el ruido al plano poético. No se baila. Se flota. O se sobrevive, como una especie de inmersión en otro idioma.
Quise ver a Wallis entera, pero no pude. Me quemaba por dentro la cuenta atrás para Nathy Peluso, y el cuerpo pedía avanzar. Escuché su techno oscuro un rato desde el lateral, deseando poder estar en dos sitios a la vez. Con Alinka b2b Shaun J. Wright pasó igual. Apenas unos minutos. Lo suficiente para desear volver mañana… pero mañana ya no existe. Me habría quedado…
Sónar de Noche: despedida sin freno
Cruzando a Gran Via, la ansiedad se mezcla con la euforia. Sónar de Noche tiene esa energía de lo que empieza sabiendo que terminará muy tarde. El mapa es el nuevo enemigo: ¿cómo llegar a todo? Undo y dirtilarita , me lo perdí por completo. Lástima.
Me planto frente a Nathy Peluso cuando ya ha arrancado. Energía, carisma, rabia, teatralidad. El directo de Grasa es una declaración total. Ni rap ni pop ni techno ni trap: es Peluso haciendo lo suyo, y lo suyo es mucho. Me quedo hasta que el reloj me obliga a seguir.
Corro para alcanzar al menos el final de T.Modet & Carlotto Rose, y vale la pena: su Natura aeterna tiene algo de instalación viva. Orgánico, visual, envolvente. En SonarLab, Hiroko Yamamura ya golpea fuerte: puro techno sin ornamento, pero con alma. Suena como si no quisiera gustar: solo hacerte vibrar.
Emerald me pilla a la carrera. Polo & Pan, apenas una postal sonora. A Dokku lo veo entre pasillos, y Perel es mi remanso: el tramo justo antes de que todo vuelva a desbordarse. Eric Prydz entra como un huracán, pero no puedo quedarme mucho. A estas alturas, solo se puede elegir mal.
Paula Tape me da ritmo al cansancio, mientras Six Sex suena desde un SonarCar ya inabordable. Pero lo que viene después es una explosión rara: el Club Grasa, con Peluso de nuevo, Afrojuice, Chris Collins y más en un b2b múltiple tan absurdo como divertido. Me río, sudo, y no entiendo del todo qué está pasando. Perfecto.
Andres Campo y Ryan Elliott coinciden y me dividen. Skrillex b2b Blawan es el choque de dos trenes: ruido, groove, violencia rítmica. Duele decir que funciona.
A las cuatro todo es niebla. La catalana Cora Novoa me despierta con luz estroboscópica y narrativa visual. Mientras tanto, Armin van Buuren b2b Indira Paganotto es espectáculo puro. Fuegos, trance, éxtasis. No hay ironía: lo dan todo.
Dee Diggs b2b Ultra Naté son el alma. Groove, historia, clase. Mientras WOST lanza beats con cuerpo y voz. En SonarClub, Vintage Culture es bálsamo. Se agradece. Es el momento exacto para no romperse.
Y al final, como un susurro, Actress. SonarLab convertido en espacio fantasma. Luces mínimas. Música que se descompone. No es un cierre. Es una evaporación.
Epílogo 2025
Este Sónar no fue como los anteriores. Las cancelaciones, las protestas por KKR, el runrún en redes. Todo eso estuvo. Algunas actuaciones muy esperadas no ocurrieron, y hubo huecos difíciles de llenar. Pero no alteraron el pulso general del festival. Lo que viví fue auténtico, vibrante, real.
Y las cifras lo confirman: más de 161.000 personas pasaron por los escenarios de Sónar 2025, un récord absoluto. 52.500 en Sónar de Día, 66.500 en Sónar de Noche, y otras 42.000 en OFFSónar y Sónar Week. Ni la controversia ni las ausencias empañaron la experiencia global. Si acaso, la hicieron más consciente. Más política. Más de este tiempo.
No vi todo. Corrí demasiado. Escuché muchas sesiones a medias. Pero bailé con honestidad. Y me voy con la sensación de haber vivido algo que no se repite, que no se explica, y que probablemente no volveré a ver igual.
Mirando al futuro
Sónar 2026 ya tiene fecha: 18, 19 y 20 de junio. Todo en un mismo espacio, Fira Gran Via. Día, noche y Sónar+D fusionados. No sé si funcionará. Pero si hay que correr otra vez entre escenarios con la lengua fuera… lo haré encantada.