No sé en qué momento exacto me olvidé de la polémica. Quizá fue a media mañana, con esa primera brisa de bajo y voz en el Village. O tal vez fue por la tarde, cuando ya no me daba cuenta de cuántas horas llevaba caminando entre escenarios. Pero lo cierto es que hoy Sónar me ha ganado. No por grandeza, sino por momentos.
Primera sacudida: Chano Domínguez & Bronquio – Calle Barcelona
Esto no fue una actuación, fue un encuentro. Ver a Chano tejiendo armonías con la elegancia de un sabio, mientras Bronquio lo rompía todo con percusión y texturas digitales, fue como ver a dos generaciones hablándose sin miedo. Me senté al fondo y me encontré con la piel de gallina sin previo aviso. Pensaba que ya había oído suficiente flamenco electrónico en mi vida. Me equivoqué.
Inesperado desgarro: Sarra Wild en SonarPark
No iba con expectativas. Y eso lo hizo más poderoso. Su directo no era un set más: era una declaración de intenciones. Post-punk, sintetizadores ásperos, distorsión emocional y una energía que venía más del pecho que del equipo de sonido. Me dejó parada, mirando al escenario como si tuviera quince años otra vez. Brutal.
La fiesta que necesitábamos: Todd Terry en SonarVillage
House en estado puro. Un set que no vino a demostrar nada, sino a recordar que bailar también puede ser una forma de espiritualidad. Nada raro, nada pretencioso, solo puro pulso y amor por el beat. En algún momento me descubrí sonriendo a desconocidos. No éramos gente bailando: éramos una sola canción.
El final perfecto: Mochakk – SonarVillage
Lo suyo fue liturgia. Entrada segura, brazos abiertos, carisma por todos lados y una sesión de esas que fluyen como si el tiempo no existiera. Pasó del house más cálido al tech más musculado sin perder el alma ni un segundo. Fue entrega, fue oficio, y fue alegría. ¿Postureo? Puede. ¿Euforia real? También. Lo aplaudí y lo bailé con las manos altas y los pies destrozados.
Y entre todo eso…
Estuvo Nahooomie, sutil y precisa; Nina Emocional y su nube sonora; Alizzz reinventándose sin miedo. Estuvieron Grand River y Abul Mogard llevándonos por galaxias lentas. Y MCR-T haciendo que los bajos fueran armas. Todos dejaron huella. Pero en días así, siempre hay momentos que se te quedan grabados como si fueran solo tuyos.
Sónar sigue siendo ese lugar extraño donde puedes llorar con una grabación de campo del bosque de Białowieża y luego perder la cabeza bailando en una carpa. Ayer no hubieron grandes proclamas. Solo música. Y cuando la música es buena, el resto se recoloca solo. Hoy más….
Fotografías: Martini Ariel/Leaf hopper/Clara Orozco/Roncca